“Que el hombre más rico del planeta esté pensando en incursionar en la industria minera es un mensaje bien diciente sobre lo que esta industria representa para el futuro de la humanidad”.
Esta semana Elon Musk, el hombre más rico del mundo quien fundó la compañía Tesla, líder en vehículos eléctricos a nivel global, mencionó en Twitter que “el precio del litio ha alcanzado unos niveles extraordinarios. Tesla podría ingresar directamente a la minería y refinación a escala a menos que mejoren los costos” agregó que “no hay escasez del elemento, ya que el litio se encuentra en casi toda la tierra, pero el ritmo de extracción y refinamiento es lento” (ver). Ese mensaje lo dio a raíz de la publicación que hizo la cuenta de Twitter World of Statistics sobre el precio del litio por tonelada desde 2012 hasta 2022. En ese lapso, el precio ha escalado exponencialmente. En 2012 el costo por tonelada rondaba los USD 4450, para el 2020, año en que se desató la pandemia estaba en USD 6800. En este 2022 ya se encuentra en USD 78032. En dos años ha incrementado más de 11 veces su valor (ver).
Bajo ese escenario, Musk afirmó que “tienen algunas buenas ideas para la extracción y el refinamiento sostenible del litio” (ver). Que el hombre más rico del planeta, referente en innovación y promotor de las energías sostenibles esté pensando en incursionar en la industria minera es un mensaje bien diciente sobre lo que esta industria representa para el futuro de la humanidad y el desarrollo de nuevas tecnologías. Además de la oportunidad que genera para países de la región andina como Colombia y Chile que tienen importantes depósitos de elementos como litio y cobre pero que, sobre todo en el caso de Colombia, debe definir claramente cuáles son las condiciones para hacer minería en su país para que la viabilidad de estos proyectos se defina rápidamente y no, como se evidencia en el documento Cambios en la demanda de minerales: Análisis de los mercados del cobre y el litio, y sus implicaciones para los países de la región andina de la Cepal, queden en el limbo. Allí se dice que, en la región andina, un proyecto minero desde sus inicios (greenfield) puede tardarse hasta quince años en su resolución, entre otras, por diferencias ideológicas (modelo de desarrollo), presiones sociales y políticas que trascienden lo técnico.
Este problema no es menor, si países como Colombia, en el que contamos con la posibilidad de desarrollar este tipo de industrias no decide hacerlo, las empresas y empresarios como Musk pondrán sus inversiones donde encuentren reglas de juego claras, como el propio Estados Unidos, donde se dice que el estado de Nevada podría proveer todo el litio que requerirían los vehículos eléctricos de este país. En pocas palabras, o nos subimos en el bus o nos deja.
Lo de Musk también es un fuerte mensaje para los ambientalistas apocalípticos y/o conservacionistas, aquellos que creen que nada de lo que está en la tierra se puede intervenir ni transformar, que hay que dejar tal cual las cosas como están, además de que esta visión es incompatible con la naturaleza humana y su capacidad de soñar y crear porque con sus defectos y virtudes, esa condición es la que nos ha permitido avanzar más que cualquier otra especie animal. Ese tipo de ambientalistas son los que vienen diciendo que la minería es una actividad antigua, del siglo XIX y que no debería hacerse.
Con lo de Musk, esa tesis se derrumba, él es, tal vez, una de las mentes más brillantes de nuestra era, que, en lugar de ver a la minería como una amenaza, la encuentra como una gran aliada para hacer de nuestro planeta un lugar más sostenible y armónico con la naturaleza.
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