Un estudio de LLYC revela que las conversaciones sobre el sector están mayormente asociadas a conceptos negativos, particularmente en relación a la minería ilegal.
Hablar de minería es llevar a la mesa un tema difícil de abordar, ya que las conversaciones se enfocan predominantemente en los aspectos negativos, dados los incidentes y actividades ilegales asociadas a esta industria.
Un estudio de LLYC sobre las conversaciones en torno a la minería, apunta que la mayoría de éstas se vinculan a conceptos negativos, especialmente a la minería ilegal, al estar presente en una de cada dos ocasiones en las que se menciona esta actividad.
El estudio “Una segunda oportunidad para la minería en Latam: claves para reivindicar su historia”, analiza las conversaciones en torno al sector en X, antes Twitter; noticias y Brandwatch -una herramienta de social media management-, por más de un año en 10 países latinoamericanos, entre ellos México.
Como resultado, se llegó a que el esfuerzo que debe de hacer la minería formal por cambiar el discurso no es menor, principalmente, por el propio contexto de la región de Latinoamérica en la actualidad que profundizan los estigmas.
"Se asocia a la industria minera con la corrupción, la violencia y el narcotráfico, entre otras problemáticas propias de la región, desde la ilegalidad de la actividad”, añade el documento.
Por ejemplo, a inicios de agosto del año pasado, sucedió en la minera carbonífera El Pinabete, Coahuila, un derrumbe que cobró la vida de más de 10 personas que quedaron dentro del complejo al momento del colapso. Las instalaciones del lugar eran prácticamente artesanales y no cumplían ningún tipo de regulación, tratándose de minería ilegal.
Tras el percance, la Cámara Minera de México (Camimex) dijo en que sucesos como ese provocan una imagen errónea de la minería legal y formal, que busca cumplir con las regulaciones vigentes, por lo que pidió al Gobierno Federal una mayor supervisión en las minas carboníferas.
“Este tipo de operaciones son casi artesanales. Los pozos de carbón, en muchos casos, son clandestinos y operan en la ilegalidad… Consideramos que debe haber más regulación en este tipo de actividades que no están siendo reguladas y que son peligrosas”, aseveró entonces Jaime Gutiérrez, presidente del organismo.
Juan David Alba, director de proyectos especiales en LLYC, considera que para evitar que se asocie a la minería legal con la ilegal, esta última debería denominarse como "extracción ilegal de minerales" y no "minería", para empezar a generar una narrativa de que son dos actividades completamente diferentes.
Entre activismo y rumores
El estudio de LLYC agrega que en Latinoamérica se ha intensificado el alcance del activismo minero, a lo que se suma la inestabilidad jurídica expresada por la industria, de tal forma que ambos factores amenazan la viabilidad de los proyectos y se ven reflejados en la conversación, ya que rara vez se habla de los aspectos positivos de la minería, como sus aportes a la sociedad.
Por ejemplo, en el Río Balsas en Guerrero, recién llegó Minera Media Luna en abril de 2016, los pesqueros de la zona empezaron a ver mermas en su producción y venta de tilapia, como consecuencia del “rumor” de que este tipo de pescado estaba contaminado por los residuos del complejo minero que se ubicaba a siete kilómetros. En ese momento, la tilapia estaba encaminada mayormente a un consumo local.
Tras estudios realizados entre la empresa y la Universidad Autónoma de Guerrero, se comprobó que la tilapia estaba apta para consumo humano, de tal forma que la minera empezó a desempeñar estrategias para dinamizar su producción hasta que hoy en día, el 90% de la producción se destina a otros estados, además de que pasó de un precio de entre 3 y 5 pesos el kilo a 40 pesos.
El estudio destaca los esfuerzos de ciertos gobiernos en la región para poner en la agenda tanto la minería legal como la ilegal, subrayando sus notables diferencias, ya que representan dos realidades completamente divergentes.
Otro desafío que la industria debe superar es dejar de limitarse a la comunicación interna o a grupos cercanos o que pertenecen al sector. El estudio señala que la industria apenas constituye el 12% de las conversaciones relacionadas con ella, por lo que es imperativo explorar nuevas vías de comunicación.
"A pesar de que se discute y se replican mensajes positivos centrados en aspectos clave como la sostenibilidad, estos tienden a circular principalmente dentro del mismo círculo de influencia, sin generar un impacto significativo ni llegar a la sociedad en general", añade el documento.
Del total de conversaciones analizadas en torno a la minería, sólo el 9% son positivas, el 66% es neutral y el 25% es negativa, según el estudio. Por ello, Krystel Lima, gerente de Comunicación Corporativa en LLYC México, subraya la necesidad de encontrar los canales estratégicos para cada caso, lo que implicaría un cambio en el discurso minero que siempre ha sido más lineal.
Por ejemplo, menciona, para las nuevas audiencias, habrá mensajes que será mejor difundirlos vía TikTok, mientras que otros realizar quizá sea mejor difundirlos vía grupos de WhatsApp.
“Hay que hacer a la minera comprensible para todos y para eso nos pueden ayudar las redes sociales, para darle ese lado humano al sector”, agrega.
Fuente: Expansión | Tzuara De Luna
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