Jefas de familia
Las cosas no van tan bien como a veces se escucha. Se trata de una tendencia patente en los diferentes ámbitos de la sociedad pero que se puede apreciar con especial claridad en los sectores más vulnerables.
Como prueba de ello podemos destacar el caso de las jefas de familia, quienes pese a desempeñar una labor indispensable enfrentan situaciones cada vez más adversas.
El concepto de jefa de familia refiere a aquellas mujeres que proveen el principal sostén económico a sus respectivos hogares. Se trata, pues, de una categoría que contempla tanto a los casos de madres solteras como a aquellos en los que las mujeres con hijos cuentan con un ingreso mayor al de sus parejas.
De acuerdo con las cifras más recientes del INEGI en este respecto, de las 16 millones 906 mil 230 madres económicamente activas en nuestro país durante 2020, 11 millones 474 mil 983 fueron reconocidas como jefas de familia.
Tomando en cuenta el dato anterior, podemos señalar que en el curso del último para de décadas el fenómeno de la jefatura femenina del hogar registró un incremento significativo al pasar del 21% al 33%, en relación con el total de hogares con madres económicamente activas.
Sin embargo, pese al crecimiento de este sector de la sociedad, la precariedad en la que viven muchas de estas mujeres es cada vez más dramática.
Como prueba de ello podemos tomar en cuenta información proveniente del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.
Por ejemplo, un dato de gran relevancia es que mientras que el 39% de las mujeres que ejercen como jefas del hogar ganan hasta dos salarios mínimos al día (es decir, $414.00), el 36% tiene que vivir con el equivalente a tan sólo un salario mínimo ($207.00). Esto significa que el 75% de las mujeres jefas del hogar ingresan un máximo de dos salarios mínimos como remuneración por sus actividades laborales.
Aunado a la precariedad laboral, las jefas de familia también sufren de la falta de apoyos para estudiar. Como evidencia de esto, basta con analizar los datos del Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, en donde se reportó que si bien 57% de las madres del país cuentan con educación básica, únicamente el 19% han cursado la educación media superior y apenas el 17% tuvo la oportunidad de completar la educación superior.
De esta forma, podemos apreciar que la mayor parte de las jefas de familia de nuestro país no pueden acceder a trabajos bien pagados y mucho menos pueden aspirar a una formación académica sólida que les permita mejorar su calidad de vida.
La gravedad de esta problemática es mayor cuando consideramos que junto con sus responsabilidades laborales, la mayor parte de las jefas de familia se ven en la necesidad de encontrar tiempo y energía para el cuidado y mantenimiento de sus hogares.
Pues partiendo del hecho de que en promedio las madres mexicanas tienen 2.2 hijos, resulta evidente que tan sólo la educación y las labores domésticas representan en sí mismas dos actividades sumamente desgastantes.
Recordemos que en el último informe de Trabajo no Remunerado de los Hogares, publicado por el INEGI el pasado mes de diciembre, se advierte que en promedio las mujeres mexicanas pasan el 64% de sus horas realizando labores del hogar o de cuidados, lo que suma un total de 40 horas semanales per cápita y que prácticamente equivale a las 48 horas semanales que involucra cualquier jornada de tiempo completo.
Todas estas adversidades que aquejan a las jefas de familia en México demandan de la implementación de políticas públicas adecuadas. Es urgente que comencemos a idear planes de apoyo tanto en lo económico como en lo social para que las jefas de familia puedan generar fondos de ahorro y encuentren tiempo para su desarrollo personal.
No olvidemos que las consecuencias negativas derivadas de la falta de una solución a esta cuestión, no sólo se viven en el presente sino que también se harán sentir en el futuro, cuando los hijos de estos hogares tengan que padecer la desigualdad y la falta de oportunidades pese a los enormes esfuerzos de sus madres.
Por Moisés Gómez Reyna