La historia de una ciudad con corazón minero
Casi 132 años han pasado desde que en 1884 se pusiera en marcha la primera mina de carbón en Puertollano, entonces una pequeña villa rural que la industria iba a modificar de arriba a abajo. La actividad, la población, la estructura y el paisaje urbano iban a cambiar para siempre convirtiendose Puertollano en la ciudad que hoy es. El origen fue una explotación subterránea descubierta once años antes, en 1873, y que estuvo a pleno funcionamiento durante casi un siglo, hasta que en 1975 el Gobierno encomendó a la Empresa Carbonífera del Sur (Encasur), entonces perteneciente al Instituto Nacional de Industria (INI), la explotación a cielo abierto de la parte suroeste de la cuenca carbonífera. Se trataba de unas reservas localizadas en una zona del yacimiento situado al oeste de la denominada Gran Falla. Hasta ese momento, Encasur sólo había realizado trabajos en la vecina provincia de Córdoba.
El objetivo de la puesta en marcha de la mina era abastecer de combustible a la central térmica de Puertollano (entonces propiedad de la compañía Sevillana de Electricidad), que entró en funcionamiento en 1972. La actividad de Encasur en Puertollano empezó en 1976 y un año después se compraron los primeros equipos de movimiento de tierras propios y se contrató a la plantilla.
En 1986 se terminó el montaje de un lavadero para mejorar la calidad de los carbones, comenzando las pruebas de carga a principios de 1978, año en el que se consiguió su régimen normal de funcionamiento. El tratamiento del carbón, hasta el momento, era sólo de molienda y clasificación. A lo largo de sus casi cuatro décadas de actividad en esta ciudad, Encasur se ha dedicado a la extracción de carbón y en total ha producido 24,8 millones de toneladas.
Este siglo largo de actividad carbonífera en la zona ha hecho que a Puertollano se la conozca como la ‘ciudad minera’ y que sus vecinos se enorgullezcan de ello. Sin embargo, el final de la minería está próximo y Puertollano se resiste a dejar de ser minera. El expediente de regulación de empleo (ERE) que Encasur aplicará este mes para prejubilar voluntariamente hasta 69 de los 87 trabajadores que componen su plantilla ha sido el principio del fin para un sector que estaba abocado a desaparecer en 2018 a consecuencia de directivas europeas pero que podría adelantar su final a 2017 habida cuenta de que la empresa renunció el pasado año a la actividad extractiva tras doce meses consecutivos sin producción por falta de pedidos, de ahí que actualmente los trabajos que se acometen se centran en restaurar medioambientalmente la zona.
A pesar de todo ello, existe una pequeña esperanza a la que agarrarse. Como explica Juan Antonio Coronado, minero ya jubilado y secretario general del sector Minero de Fitag-UGTde Castilla-La Mancha, en la cuenca minera aún habría unos 50 millones de toneladas de carbón todavía explotables con los medios actuales, lo que invita a pensar que la actividad podría retomarse en un futuro. No sería un punto y final, sino un punto y seguido. «Yo soy optimista y veo la situación actual como un compás de espera y una transición para que la minería de Puertollano vuelva a resurgir como ya ha ocurrido en otras ocasiones», apunta este antiguo minero, que apela a que la actividad extractiva del actual yacimiento (mina Enma), «podría mantenerse muchos años».
No en vano, en el Parlamento Europeo se trabaja para suprimir la directiva comunitaria que obliga a las explotaciones mineras que no cierren en 2018 a devolver las ayudas recibidas para seguir produciendo, y también se trabaja para que este minera se incluya como reserva estratégica del Estado. «Espero que finalmente esto se consiga y la minería del carbón siga siendo una realidad en nuestra ciudad. Este sector siempre ha estado en crisis, pero como el ave Fénix, siempre ha resurgido de sus cenizas. Yo soy optimista y estoy convencido de que la mina volverá a funcionar, sobre todo viendo que a nivel mundial se está volviendo a apostar por el uso del carbón como fuente energética autóctona, pero implantando métodos menos contaminantes en su quema», apuntó.
La explotación y producción ha jugado un importante papel en el desarrollo de esta localidad transformando un paisaje agrícola en minero y definiendo los rasgos de un pueblo. Cada paso que se da recuerda las generaciones de mineros que han dedicado su vida a un oficio que ha hecho crecer a la ciudad hasta convertirla en una de las más grandes de la región y cuyo pasado se refleja, por ejemplo, en los ocho castilletes aún presentes o los monumentos de homenaje y recuerdo a los obreros que durante décadas horadaron esta tierra, como el Monumento al Minero.
Fuente: latribunadetoledo.es