La minería después del Grito de Independencia, Colombia
Estudiando lo que nos enseñan algunos de los expertos sobre el desarrollo económico de Colombia, después de darse el Grito de Independencia el 20 de julio de 1810, se puede decir que en madurez política y en capacidad de discutir sobre el qué hacer por el bien del país, las diferentes corrientes de poder actuales ��tanto económicas como políticas�� salen mal libradas.
Las pugnas por controlar el gobierno e implementar políticas económicas, solo ha permitido que el estancamiento socioeconómico y los conflictos armados se sigan proyectando en el tiempo, con el agravante de la aparición en las últimas décadas de la joya de la corona, representada en una nueva clase social con poder económico, político y militar, como es el caso de las mafias del narcotráfico y el paramilitarismo.
Hermes Tovar Pinzón en su documento La lenta ruptura con el pasado colonial (1810-1850) nos dice: ��El desarrollo económico de Colombia después de 1810 osciló entre dos modelos: el que luchaba por reconstruir los fundamentos coloniales de la economía nacional y el que aspiraba a una ruptura con múltiples trabas que se oponían al desarrollo moderno��.
Y agrega: ��El segundo, que habría de triunfar hacia 1850, oponía al proteccionismo el libre cambio, a la intervención del Estado en el ordenamiento de la economía la defensa de la empresa privada, y a los esfuerzos de industrialización y protección de los productos nacionales la teoría de que la agricultura y la minería para exportación deberían ser los ejes del desarrollo nacional��.
La guerra afectó la producción de oro
El precio de la guerra, a lo largo de la historia de la humanidad ha sido alto, y la de Independencia afectó, entre otras cosas, la producción de oro. En los centros mineros había esclavos que huyeron o los incorporaron a los ejércitos - y ante la escasez de mano de obra - algunos empresarios también abandonaron la actividad. Además, como en todo conflicto militar, hubo retaliaciones y venganzas. Entre las víctimas estaban los empresarios mineros.
Las grandes transformaciones socio-económicas que tuvieron que darse al inicio de la República, han sido otras de las muchas frustraciones que ha vivido el país. José Antonio Ocampo, en su escrito: Comerciantes, artesanos y política económica en Colombia, 1990, lo refleja muy bien.
Este analista afirma: ��La independencia no significó para la corte de la Nueva Granada un compromiso de renovación profunda del orden económico y social interno heredado de la Colonia. De esta manera, las propuestas de cambio lanzadas al fragor de la lucha por algunos de los protagonistas del movimiento independentista solo lograron permear débilmente la legislación y las decisiones gubernamentales en los primeros años de vida republicana. Más aún: a partir de entonces se inició una etapa de franca conciliación con el orden establecido��.
Fueron pobres las reformas económicas y sociales
Señala más adelante Ocampo que las reformas económicas y sociales introducidas en los primeros años de la República, en general fueron tibias, reflejando ya el temor a una ruptura a fondo con las estructuras del pasado.
A finales de La Colonia, alrededor de un 60% de la producción de oro era controlada por la minería esclavista del Chocó y el resto del Pacífico. Con la independencia, estas zonas de producción fueron afectadas y en las primeras décadas de la República la explotación minera tuvo más énfasis en Antioquia, Tolima y Cauca Medio.
En 1824 en la región de Mariquita, el gobierno de Colombia arrendó las minas de Santa Ana y la Manta a la casa inglesa Herring, Graham y Powels. Hasta 1836 la firma había invertido en la zona más de $1.100.000 sin éxito.
Varias minas de oro y plata en Marmato y Supía, fueron tomadas en arrendamiento por la casa Goldschmidt en 1825, y en el mismo año llegó al Cauca Medio Juan B Bous-singault. La innovación más importante de esta compañía fue la instalación de un molino simple de pisones, el que fue construido casi todo con madera.
Se introdujeron los molinos de arrastre
También esa empresa introdujo los molinos de arrastre para amalgamar los metales preciosos con mercurio, procesos muy conocidos en Perú y México desde siglos anteriores y que permitían reducir las pérdidas en el procesamiento desde un 80 hasta un 25%.
En Antioquia, la organización de los centros mineros se hizo por cuenta de capitalistas de la región, quienes contaron con la asesoría de técnicos extranjeros. José María Restrepo adquirió en 1824 la mina del Zancudo, centro minero que entre 1836 y 1845 empleó 250 trabajadores y utilizó 8 molinos de pisones.
Por otra parte, Francisco Montoya junto con otros empresarios, formaron la Sociedad de Minas de Antioquia en 1826, con el propósito de explotar 3 minas de vetas en Santa Rosa. Para esa explotación contrataron a Tyrell Moore, quien trasladó el molino de pisones que se estaba usando en Marmato.
En la misma zona de Santa Rosa, Mariano Toro explotó durante 10 años (1836-1846) una de las minas más grandes de la región. Por esa época hubo un aluvión de minas y entre 1841 y 1850 fueron registradas 106 de ellas, de las cuales 10 fueron registradas en Anorí, 8 en Remedios, 6 en Cáceres, 6 en San Andrés y 6 en Cañas Gordas, lo cual indica que la minería se acentúo en las zonas bajas del Cauca y del nordeste antioqueño.
Esas regiones habían sido importantes en cuanto a producción de oro, en siglos anteriores y en el siglo XXI vuelven a ser destacadas como zonas donde la delincuencia siembra el terror y explota ilegalmente las minas.
Siglo XIX y XXI, el país con los mismos problemas
Otro aspecto a resaltar fue el desarrollo de la minería de oro en Mompox. Allí el contrabando del metal adquirió fama, aunque era un fenómeno corriente en otras regiones. En Mompox tuvo notoriedad por la suspensión de la casa de fundición de monedas de esa ciudad. El contrabando fue tan alto que en una década (1820-1830) el Estado había dejado de recibir más de $80.000.
Ese desfalco se hace más notorio, si se tiene en cuenta que por esos tiempos se da la disolución de la Gran Colombia y en nuestro territorio surge la Nueva Granada que poseía una economía marcadamente minera y el comercio exterior gravitaba alrededor del oro. Es decir, ese metal era la locomotora de la economía, como no ha podido ser en este nuevo siglo.
Una economía que depende de los recursos naturales ha sido lo que se ha impuesto no solo en Colombia sino también en América Latina. Sistema económico que ha sido fijada desde los países que en su momento se han erigido como potencias.
Ese tipo de economía se vuelve más gravosa cuando a lo largo de la historia de Colombia, se han manifestado las enormes dificultades de transporte, lo cual encarece tanto los productos que salen del país como los que llegan. Así fue al inicio de la República - una década después del Grito de Independencia - y lo sigue siendo 200 años después.
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Fuente: www.cronicadelquindio.com