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La primera mina submarina y robótica estará en marcha antes de que termine la década

A 1.600 metros bajo la superficie del mar de Bismarck, junto a Papúa-Nueva Guinea, una empresa quiere retar a los volcanes y a todos los estudios científicos que advierten

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A 1.600 metros bajo la superficie del mar de Bismarck, junto a Papúa-Nueva Guinea, una empresa quiere retar a los volcanes y a todos los estudios científicos que advierten del peligro medioambiental, y crear una gigantesca explotación submarina usando robots.
El objetivo de Nautilus Minerals son los depósitos de sulfuros que rodean a las chimeneas hidrotermales, donde espera encontrar El Dorado submarino: un 7% de cobre y 6 gramos de oro por cada tonelada de mineral.
Eso es, ni más ni menos, que diez veces la proporción que una minera puede encontrar en una explotación a cielo abierto en tierra firme.
La canadiense ya ha puesto en marcha su maquinaria de marketing encargando un estudio ad hoc en el que se descarta la posibilidad de que la excavación, completamente inédita, de depósitos minerales hasta ahora intactos, en un entorno que nunca ha sido explotado y con técnicas aún en experimentación, acabe provocando un desastre medioambiental.
Tres robots gigantes
La principal preocupación para Nautilus Minerals es sin embargo aprovechar la concesión de 20 años de duración que le fue concedida en 2011. Y por eso ya tiene a punto la tecnología necesaria para sacar todo el jugo al campo marino de Solwara-1.
Está primero el barco nodriza, desde donde se descargan tres máquinas submarinas de unas 300 toneladas cada uno. Las tres son robots y están conectadas a la superficie mediante cables de casi dos kilómetros de longitud por donde les llegan tanto las órdenes para operar como la alimentación eléctrica.
Una de ellas se encarga de excavar zanjas en la superficie más blanda del fondo marino mar, levantando todo tipo de materiales y destrozando todo lo que encuentre a su paso. Le sigue después, zanja por zanja, una cortadora auxiliar, capaz de arrancar a la corteza terrestre los preciados minerales. Es en esa fase cuando millones de partículas de metales pesados se desprende, sin remadio, en el agua del océano.
El trabajo lo completa una tercera máquina que, para recoger las piezas de depósito mineral arrancadas, las absorbe junto con el agua marina y se encarga de bombearlas a la superficie.
Otra vez bajo la luz del sol tropical del Mar de Bismarck, el espectáculo continúa con el descarte del agua usada para el bombeo (que se arroja sin más al océano). Los minerales, aún sin clasificar, se almacenan a bordo de la nodriza hasta que una barcaza de graneles se acerca a su costado, y se produce el transbordo para que los materiales sean transportados a tierra firme, donde serán tratados y donde se obtendrán el cobre, el oro y el resto de los minerales buscados.

Fuente: El Economista

Leonel Roberto Perea Trejo

Publicado hace 10 años

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