Nanopartículas de cobre: aliadas para fabricar mascarillas contra el coronavirus
Desde que comenzó la crisis por la pandemia de COVID-19, uno de los aspectos más relevantes era averiguar en qué superficies el coronavirus permanecía más tiempo vivo, y por tanto, era susceptible de transmitirse con más facilidad. Así, podríamos tener cuidado a la hora de manipular determinados objetos y prevenir los contagios de manera más eficiente. Pero, ¿y si aplicamos esa regla a los materiales de los objetos que utilizamos para combatir el virus?
En 2012, la “Revista Médica de Chile” publicó en su volumen 140 la “Aplicación de la capacidad bactericida del cobre en la práctica médica” (“Application of copper bactericidal properties in medical practice”) (Rev Med Chile 2012; 140:1325-1332), en el que planteaba que, como metal que ha acompañado a la humanidad desde sus inicios porque “en bajas concentraciones, son esenciales para el metabolismo de las células animales y vegetales”, se sabe desde la antigüedad que tiene propiedades para “prevenir infecciones” y a principios del siglo XX y antes de los antibióticos, “diferentes compuestos químicos de cobre fueron utilizados en el tratamiento de patologías infecciosas, como impétigo, tuberculosis y sífilis”. En la última década su uso se generalizó como antimicrobiano con estudios de laboratorio y a nivel clínico para demostrar su eficacia y se confiaba que en los próximos años se implementará en la infraestructura hospitalaria “como un elemento de ayuda en la lucha contra las infecciones”.
Más tarde, en 2015, una investigación de la Universidad de Southampton, en Reino Unido, reveló que el cobre era un material muy eficaz para prevenir “la propagación de virus respiratorios”, vinculados directamnte al síndorme respiratorio agudo severo (SARS) y el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), que al principio del contagio en Wuhan ya se estableció que tenían similitudes, al menos en los síntomas. En el coronavirus humano 229E concretamente, se destruye rápidamente en el cobre, mientras que en cerámicas, vidrio caucho y acero resiste durante al menos cinco días. “Vimos que el coronavirus humano, que también tiene vínculos ancestrales con los virus de murciélago responsables de SARS y MERS, era de forma permanente y rápidamente desactivado al entrar en contacto con el cobre”, explicó entonces Sarah Warnes, investigadora principal.
Ahora o nunca
Ahora, el doctor Aaron Cortés ha coordinado una investigación en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, en la que han fabricado una mascarilla hecha con “nanopartículas de cobre por impresión 3D”, por la empresa Cooper 3D y que según un comunicado, está empezando a usarse en muchos países afectados por la pandemia. “El cobre ataca a bacterias, hongos y virus. Cualquier microbio se ve afectado por este metal porque lo que hace es romper la cápsula exterior que tienen todas las partículas virales y eso hace que se inactive el virus y que impida su reproducción”, explica Aarón Cortés, coordinador del equipo formado por investigadores de la Universidad de Chile y la Universidad de los Andes con el apoyo del Instituto de Salud Pública.
Gracias a las propiedades antimicrobianas del cobre “(comparables sólo con las del oro y la plata”), Chile, el mayor productor mundial de cobre, está en condiciones de usar este elemento químico para usarlo de material de impresoras 3D. En Chile ya se conocían las propiedades del cobre gracias a la industria minera como explica el doctor Cortés: “Se fabricaron calcetines y ropa interior con fibra de cobre para los mineros, porque ellos estaban expuestos durante muchas horas en ambientes muy húmedos y en un 80 % desarrollaban patologías e infecciones en los pies. La ropa con fibra de cobre tuvo un impacto muy significativo en la mejora de estas patologías”.
“Una cosa que hemos aprendido en el estudio sobre el efecto del cobre en términos antivirales es que cuánto más pequeñas sean las partículas, mayor es el efecto. Por lo tanto, poner una lámina de cobre es útil y una buena estrategia para instrumentos y accesorios en hospitales, pasamanos, transporte público, etc. Pero si se logra poner nanopartículas de cobre en otros materiales, por ejemplo, mascarillas, el efecto es mucho más potente y mucho más rápido a la hora de inactivar el virus”, añade el doctor Cortés. Por eso es tan prometedor el proyecto de la empresa chilena Cooper 3D, referente mundial en la creación de material antimicrobiano para la impresión 3D: unas mascarillas reutilizables, lavables y de bajo coste impresas con material que lleva nanopartículas de cobre, y cuyo código se ha abierto para que quien quiera se lo pueda descargar. Desde entonces han tenido más de 7 millones de descargas (80% son de EE.UU. y Europa). Incluso les han contactado de varios servicios de salud de España, Italia y Francia, además de estudiantes de medicina de Harvard que están asistiendo en centro médicos de Boston.
La gran ventaja que podrían tener estas mascarillas con aleaciones de cobre es que irían desactivando el virus según éste se va depositando a la mascarilla o pasando por sus filtros, como se ha demostrado que hace con la cepa anterior al Covid-19, que efectivamente quedaba destruida al contacto con la mascarilla.
Fuente: La Razón