Con un ambiente que combinó fiesta, cercanía y tradiciones del semidesierto, Orla Camino Rojo realizó la cuarta edición de “Una Navidad en Camino Rojo”, un encuentro que ya se ha convertido en una referencia para las familias que viven alrededor de la operación minera.
Este año, habitantes de San Tiburcio, El Berrendo, San Francisco de los Quijano, La Pardita y Cerritos de Jesús se dieron cita para disfrutar una jornada pensada para convivir, agradecer y cerrar el año en comunidad.
Un día para compartir más allá de la celebración
Desde temprano, niñas y niños comenzaron a llenar los talleres de piñatas y galletas, mientras los adultos se sumaban a distintas actividades recreativas y dinámicas familiares. Las risas, el ir y venir de los pequeños, y la música de fondo dieron forma a un ambiente que pocas veces se vive en estas comunidades alejadas de los grandes centros urbanos.
Uno de los momentos de mayor recogimiento fue la misa celebrada por el sacerdote Ernesto Madera, de San Tiburcio. Su mensaje, centrado en la unión y la gratitud, resonó entre los asistentes.
La música como puente entre generaciones
Ya por la tarde, la atención se centró en el escenario principal. La banda sinfónica infantil impulsada por Orla Camino Rojo mostró el avance que las niñas y niños han logrado a lo largo del año. Su presentación, en conjunto con la Banda Sinfónica de Genaro Codina, no solo fue un acto artístico: representó el resultado tangible de un programa que busca abrir nuevas oportunidades en la región.
Los aplausos cerraron una presentación que dejó clara la importancia del acompañamiento cultural en el desarrollo comunitario.
Una mirada al futuro
Durante el encuentro, Rafael Sánchez Campos, gerente general de la empresa, dirigió unas palabras a los asistentes. Habló de los retos del año, del aprendizaje mutuo y del papel que han tenido las comunidades en el crecimiento del proyecto. Reconoció que ninguna operación minera puede sostenerse sin diálogo y participación, y reiteró la voluntad de seguir trabajando de manera cercana en 2026.
Junto a él estuvieron directivos de la compañía y representantes del Ayuntamiento de Mazapil, quienes coincidieron en que la minería actual debe ir de la mano de programas sociales que respondan a las necesidades reales de su entorno.
Una tradición que ya pertenece a la región
Con cuatro ediciones celebradas, Una Navidad en Camino Rojo dejó de ser un evento aislado: hoy es una tradición que las comunidades esperan con emoción. Más allá de los regalos o la música, el festejo ha logrado algo menos inmediato pero más importante: fortalecer la identidad comunitaria y crear espacios donde vecinos y empresa conviven desde la cercanía y el respeto.
La celebración de este año confirmó que cuando hay voluntad de diálogo, los resultados pueden sentirse incluso en los gestos más sencillos: un niño tocando su primer instrumento, una familia reunida o una comunidad que se sabe escuchada.
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