Tercera edad
Por Moisés Gómez Reyna
Uno de los anhelos más grandes de todas las personas es llegar a ser un adulto mayor saludable, con una situación desahogada, con capacidad física y funcional que le permita tranquilidad y bienestar en todos los sentidos.
El contar con un estado de salud física y mental, una pensión garantizada y, en el mejor de los casos, una cantidad de ahorro, es una de las circunstancias más generosas que puede tener un adulto mayor.
Sin duda, las principales amenazas para la estabilidad de los adultos mayores lo significa cualquier tipo de dependencia, lo mismo para el desarrollo de sus actividades básicas diarias como alimentarse, asearse o atenderse, así como la dependencia económica.
Esta documentado que en México, 2 de cada 10 adultos mayores tiene limitaciones en las actividades básicas de la vida diaria, y 5 de de cada 100 son dependientes de alguna persona o institución.
La dependencia, como producto del paso de los años, es una circunstancia propia de la condición de vida, salud o economía de las personas, donde podemos encontrar diversos niveles de afectación.
No obstante esta naturaleza propia de los seres humanos, los problemas más importantes, que de manera más reiterada afectan a las personas adultas mayores, se relacionan con la pobreza: ingresos insuficientes, sea por falta de acceso a empleos de calidad o por pensiones escasas o de monto insuficiente; dependencia económica de sus familias o del Estado, así como alimentación y atención médica.
Un importante referente sobre el tema lo representa el texto de la Comisión Económica para América Latina de la Organización de las Naciones Unidas (CEPAL) “El envejecimiento de la población y la economía generacional: Resultados principales”, cuyos autores Andrew Mason y Ronald Lee destacan varios puntos relevantes.
El primero, de arranque, es el aumento a partir de los años 50´s del siglo pasado de la tasa de natalidad. En 1950 muchos países industrializados incrementaron el número de hijos por pareja, lo que originó el denominado baby boom.
En los países en desarrollo, las familias también eran más numerosas, no sólo por un aumento en la tasa de fecundidad, sino por la disminución de la mortalidad en la niñez. Hay que señalar que para 1975, había 125 menores de 25 años por cada 100 personas mayores que tal edad.
A mediados de lo 1970´s, en muchos países, la población en edad de trabajar (entre los 25 y los 59 años) empezó a aumentar en términos absolutos, más pronunciadamente que la población infantil. Este fenómeno se dio por dos factores: las mujeres empezaban a tener menos hijos y muchos jóvenes nacidos en la década de 1950 alcanzaban la edad de trabajar.
Tenemos más de 40 años con un cambio importante de la estructura de edades en el mundo, hasta 1975 la tendencia era más gente en edad de trabajar; esta tendencia se mantiene en algunos países de Asia y de África, como ejemplo en China, en donde son actualmente 700 millones de personas en edad de trabajar, mientras que la población de niños y adultos mayores es, en conjunto, 650 millones.
Hay que señalarlo, nuestro futuro estará́ dominado por el incremento de la población de más de 60 años. Hoy, el número de personas en edad de trabajar es cuatro veces más que el número de mayores de 60 años; para el año 2050 se estima que la proporción sea sólo de dos a uno.
Un dato importante es que en la actualidad México tiene 128 millones de habitantes, 2.5 de cada 100 son menores de edad, mientras que en 1960, 5 de cada 100 eran menores de edad. En contraste, 7.7 de cada 100 personas son mayores de 65 años, mientras que en 1960, 3 de cada 100 eran mayores de 65 años, por lo que es evidente el nivel de envejecimiento de la población. En síntesis, hoy hay menos niños que en 1960 y el doble de adultos que en los sesenta.
Este proceso ha provocado la quiebra o el deterioro de los sistemas de salud y de pensiones de los gobiernos, desaceleración o incluso retroceso del crecimiento económico, deterioro de las prestaciones a la mayoría de la población, riesgo de colapso de los mercados financieros y complicaciones para las generaciones futuras, por citar algunas.
Ante esta circunstancia debemos acercarnos a una primera conclusión, que se funda en la solución más debatida: Ante el envejecimiento de la población, y dado que las personas mayores viven más años, es conveniente también considerar que deberían trabajar más años. En este sentido, se ha planteado la necesidad de retrasar la edad de jubilación, como un posible apoyo a la solución.
Hay un colapso en los sistemas de pensiones en donde el asunto no es ajeno para Sonora. El planteamiento más recurrente en los países es separar el sistema de pensiones de los sistemas de atención a la salud, haciendo en cada uno de ellos consideraciones particulares.
Los sistemas de pensiones deben responder a los criterios de crecimiento y envejeciemiento poblacional con base en esquemas financieros que le ofrezcan a los pensionados mayor calidad y certidumbre financiera. Ejemplos exitosos de esta práctica la representan Chile, Austria y Canadá.
Los sistemas de salud deben de estar separados de los esquemas de pensiones, aún cuando haya una participación subsidiaria y solidaria de los primeros con los segundos.
La segunda conclusión se refiere a la estructura de las pirámides de edades en algunos países, las cuales ofrecen tiempo para avanzar y corregir. Es el caso de México que con 128 millones de habitantes, 9.5 millones son adultos mayores, 34 millones menores de 15 años y 78 millones en edad de trabajar, se estima por parte de los expertos, que hay espacio para aprovechar las ventajas potenciales del dividendo demográfico.
Elemento fundamental es la corrección del bajo nivel de ingreso laboral que existe entre los adultos jóvenes, es impostergable la necesidad de invertir en capital humano y mejores empleos para los adultos jóvenes. Mejores empleos generan mejores contribuciones, pero también mayor corresponsabilidad.
Sin duda, el incremento de los sueldos, salarios e ingresos apoyará no sólo el desarrollo presente de la fuerza laboral actual y de los jóvenes que están por incorporarse al mercado laboral, sino que contribuirá en un futuro no muy lejano a reducir los impactos del nivel de envejecimiento de la población y las secuelas que hoy vivimos y que se agravarán en ese tiempo.
Evitar que el envejecimiento de la población sea una carga o una tragedia para los adultos mayores depende de impulsar el crecimiento económico, lo cual está directamente ligado al comportamiento de las personas, los gobiernos y las familias en tres aspectos: el ahorro personal y familiar, la inversión pública y privada; y la inversión en la educación, salud y sistemas de pensiones de toda la población.