La reciente imposición de aranceles del 25% por parte de la administración de Donald Trump a vehículos importados y sus componentes ha generado inquietud en la industria automotriz estadounidense. Aunque Tesla ensambla todos sus vehículos en Estados Unidos, la empresa depende significativamente de piezas fabricadas en México, lo que la expone a estos nuevos gravámenes.
El Model 3 de Tesla, por ejemplo, cuenta con un 75% de contenido de autopartes provenientes de Estados Unidos y Canadá, mientras que un 20% se origina en México. Componentes esenciales como cinturones de seguridad, soportes de batería y partes del sistema de frenos son suministrados por empresas mexicanas. Esta dependencia de proveedores mexicanos podría incrementar los costos de producción de Tesla en aproximadamente $4,000 por vehículo, lo que podría traducirse en un aumento del precio final para los consumidores de alrededor del 9%, elevando el precio promedio a $49,000.
El CEO de Tesla, Elon Musk, ha manifestado su preocupación por el impacto de estos aranceles en la industria automotriz. Musk ha propuesto la creación de una zona de libre comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea como una solución para mitigar las tensiones comerciales actuales.
Además, la incertidumbre generada por las políticas arancelarias ha llevado a Tesla a reevaluar sus planes de expansión en México. La empresa ha decidido pausar la construcción de su Gigafactory en Monterrey hasta después de las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos, debido a las amenazas de nuevos aranceles por parte de la administración Trump.
La situación subraya la complejidad de las cadenas de suministro en la industria automotriz y cómo las políticas comerciales pueden afectar incluso a empresas que, en apariencia, producen localmente. Tesla, junto con otros fabricantes, deberá navegar estos desafíos para minimizar el impacto en sus operaciones y en los precios para los consumidores.
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