En los últimos años, la minería volvió a colarse en la agenda pública argentina, pero esta vez con una promesa renovada: la posibilidad concreta de convertirse en motor de crecimiento económico sostenible. Litio, cobre y oro encabezan la lista de minerales que podrían transformar no solo la balanza comercial del país, sino también la vida de miles de trabajadores en el interior profundo. Sin embargo, la pregunta sigue vigente: ¿estamos ante una oportunidad histórica o repitiendo un viejo modelo con nuevos nombres?
Un superávit que entusiasma, pero no alcanza
Entre 2015 y 2024, la minería generó exportaciones por más de 35 mil millones de dólares y un superávit comercial cercano a los 21 mil millones. Es un número que entusiasma a los analistas económicos y pone sobre la mesa el valor estratégico de este sector en tiempos de escasez de divisas. Pero el dato no dice todo. Lo que Argentina cobra por impuestos y regalías apenas roza el 3% del valor bruto producido, y los beneficios reales que quedan en el país continúan siendo materia de debate.
Las provincias, entre el auge y la desigualdad
Catamarca, San Juan, Jujuy y Santa Cruz han visto un repunte en el empleo y en la inversión. En muchos casos, las actividades mineras representan entre el 10 y el 14% del producto bruto provincial. Para estas regiones, golpeadas históricamente por la falta de infraestructura y oportunidades, la minería trajo dinamismo y obras. Pero también, tensiones: comunidades originarias denuncian falta de consulta previa, se multiplican los reclamos por el uso del agua, y en más de una localidad la división entre “mineros” y “ambientalistas” ha calado hondo en el tejido social.
El litio, ese oro blanco que todos codician
En pleno boom de la electromovilidad, Argentina se posiciona como el cuarto productor mundial de litio. Las salinas del noroeste, que por años permanecieron marginadas del desarrollo nacional, hoy están en la mira de gigantes internacionales. La carrera por extraer este recurso estratégico no da respiro. Pero mientras se multiplican los anuncios de inversión, persisten interrogantes clave: ¿quién controla la tecnología de extracción? ¿Cómo se reparte la renta? ¿Y qué pasará cuando las reservas se agoten?
Hacia una minería con reglas claras y rostro humano
La oportunidad existe, pero no es automática. Requiere un Estado presente, marcos regulatorios sólidos y, sobre todo, una conversación honesta sobre qué modelo de país se busca construir. Apostar a la minería puede significar apostar al futuro, siempre y cuando no se haga de espaldas a las comunidades ni del medioambiente. La transición energética no puede sostenerse sobre los mismos esquemas de explotación de siempre.
Argentina tiene en sus manos un potencial inmenso. Pero como toda riqueza natural, su valor dependerá menos de lo que hay en el suelo y más de cómo se decida administrarlo.
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