El cobre se caracteriza por propiedades como buena conductividad térmica, resistencia a la corrosión, maquinabilidad y maleabilidad.
El cobre es fundamental en la transición hacia una economía baja en carbono, ya que es el mejor conductor eléctrico metálico después de los metales preciosos. Esto implica que promueve una mayor eficiencia energética que otros materiales. De hecho, establece el estándar de conductividad eléctrica (International Annealed Copper Standard-IACS).
Además, se caracteriza por propiedades como buena conductividad térmica, resistencia a la corrosión, maquinabilidad (importante para la fabricación de componentes) y maleabilidad. Estos atributos contribuyen a su durabilidad y versatilidad, lo que implica que el cobre y los productos derivados se destaquen también por su larga vida útil.
Es, por eso, un material ideal para industrias clave como la construcción -con edificios de utilidad mayor a los 55 años- y la electrónica -con productos de un ciclo de vida promedio de ocho años-. La perdurabilidad de estos elementos está más determinada por el producto en sí mismo que por las propiedades del mineral que lo compone. El cobre, además, tiene alto potencial de reparación, ideal para una economía circular. Al final de su vida útil, puede reciclarse una y otra vez, sin pérdida de rendimiento. Esto significa que el cobre producido a partir de material reciclado es física y químicamente equivalente al obtenido de fuentes primarias (el extraído por la minería).
Anualmente, se reciclan unos 8,7 millones de toneladas de chatarra de cobre al final de su vida útil y de chatarra generada durante los procesos de producción. Hace, por lo menos, 10.000 años que la humanidad aprovecha este material para su uso cotidiano y, probablemente, lo ha renovado y reciclado en nuevos productos durante casi el mismo tiempo. De hecho, se calcula que dos tercios de los 690 millones de toneladas de cobre extraídas desde 1900 siguen en uso productivo.
Algunas compañías de la Asociación Internacional de Cobre (ICA, por sus siglas en inglés), la organización sin fines de lucro que contribuye a través de sus compañías miembro con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), producen el cobre refinado a partir de material primario y secundario (chatarra). La razón es que se necesita una mezcla de ambos para satisfacer la demanda actual, la cual anualmente es de unos 26 millones de toneladas, según un informe de The International Copper Study Group (ICSG) y se duplicaría para 2050.
Por ello, algunas de estas empresas están aumentando su capacidad de reciclar mediante la construcción de nuevas instalaciones de fundición. Tal es el caso de Glencore, una de las líderes en este tema, favoreciendo la economía circular. Pionera en procesar aparatos electrónicos al final de su vida útil, recicla cobre y otros elementos desde hace más de 75 años. Primero, de manera experimental y desde hace décadas, como una actividad totalmente incorporada al negocio. De hecho, el año pasado recuperaron de la chatarra electrónica y de otro tipo unas 27.000 toneladas de cobre, alrededor de 1,3 millones de onzas de plata, unas 130.000 onzas de oro, y unas 5.000 onzas de platino y de paladio, respectivamente.
La chatarra electrónica es el residuo de más rápido crecimiento. Pero es importante cambiar el paradigma y entenderlo como un recurso valioso que ayudará a abastecer la creciente demanda de metales vitales para la transición energética y la ambición mundial de cero emisiones netas.
Otro de los miembros de la ICA, JX Nippon, se comprometió a aumentar la proporción de materias primas recicladas en sus operaciones hasta el 25% en 2030, vinculando este objetivo a un préstamo vinculado a la transición (TLL). Un TLL es un préstamo explícitamente destinado a los esfuerzos de descarbonización que utiliza el progreso hacia los objetivos de sostenibilidad para determinar las condiciones del tipo de interés. Como primera empresa japonesa de metales no férreos que solicita un TLL, JX Nippon quiere demostrar su compromiso con la economía circular y ayudar a la empresa a avanzar hacia su objetivo de más largo plazo que es aumentar su porcentaje de reciclaje al 50% para 2040.
Desafíos de la industria en el cuidado ambiental
En este contexto, es fundamental que la producción del cobre se realice de manera sostenible. De allí que muchos miembros de la ICA participan en certificaciones y marcos normativos como Copper Mark, IRMA y la norma Hacia una Minería Sustentable (HSM) de la Asociación Minera de Canadá, que se extendió en Argentina a través de la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM).
Este fue el primer país de América Latina en implementar este programa internacional de mejora continua que gestiona y difunde los estándares de calidad de esta industria. Hoy son 18 las empresas mineras que en Argentina siguen estos parámetros de gestión responsable y sustentable, con protocolos que miden la calidad y el alcance de los sistemas de gestión en los yacimientos. También evalúa y trabaja temas sociales, comunitarios, productivos, ambientales y de eficiencia energética y fomenta el diálogo y el buen desempeño.
Al adoptar estos marcos, que han sido objeto de amplios procesos de consulta pública, esas firmas se esfuerzan por mejorar de manera continua sus operaciones y cadenas de suministro, incluyendo el aumento de la credibilidad a través de garantías independientes. El compromiso con los ODS es tal, que la industria del cobre trabaja en medidas para cumplir con los compromisos de cero emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) netas para 2050 (hoy las que genera representan alrededor del 0,2% de las emisiones mundiales).
La ICA estima que el sector puede reducir entre el 85% y el 95% de las emisiones directas e indirectas para 2050 mediante la aplicación de electricidad descarbonizada, combustibles alternativos, electrificación de equipos y aumento de la eficiencia, siempre que se cumplan las condiciones propicias. Reducir las emisiones que abarcan las producidas por clientes y proveedores, como ocurre con cualquier sector, es más difícil y requiere asociaciones y colaboraciones en la cadena de suministro para alcanzar todo el potencial de descarbonización.
Otras cuestiones medioambientales a considerar son el uso del agua debido al cambio climático, sobre todo en zonas en las que escasea; y el impacto de los proyectos mineros en la naturaleza y la biodiversidad. En este sentido, el cumplimiento de las normas existentes sobre relaves, como la Global Industry Standard on Tailings Management, será cada vez más importante para reducir el riesgo de accidentes en escombreras.
La minería de cobre, como el resto de la industria y actividades económicas, deben desarrollarse bajo una perspectiva sostenible que permita responder a las necesidades presentes y futuras de la humanidad, que incluyen el progreso socioeconómico y el cuidado medioambiental y comunitario.
(*) Louise Aseem es directora global de la Administración de Materiales de la Asociación Internacional del Cobre (ICA)
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