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Mujeres mineras: una veta consistente aún poco explorada

��Es normal. Vives en un ambiente de machos y tienes que adaptarte (��), pero para ellos vernos aquí trabajando también es un aliciente��, dice Joana Moreno, mientras guiña el ojo con

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��Es normal. Vives en un ambiente de machos y tienes que adaptarte (��), pero para ellos vernos aquí trabajando también es un aliciente��, dice Joana Moreno, mientras guiña el ojo con picardía. Joana tiene 24 años y habla con toda naturalidad montada en un imponente camión de una tonelada. Usa toda la franqueza de las mujeres del norte. Trabaja en Chihuahua, un lugar de México que también tiene gran tradición minera, y que es tristemente famoso a nivel mundial por su cultura machista, por las crueles condiciones de las maquiladoras ahí instaladas y, sobre todo, por los feminicidios que se han cometido con especial crueldad y total impunidad.
Pero más allá del contexto que la rodea, Joana está contenta. No es la única mujer que trabaja en el paraje conocido como El Sauzal, un rico yacimiento de oro, situado en pleno corazón de la sierra Tarahumara, a donde sólo es posible llegar en una avioneta de la compañía, y que en este caso, como casi en todos, pertenece a una empresa canadiense: Gold Corp, fusionada con Glamis. El Sauzal, donde trabaja Joana y otras 15 mujeres en diferentes puestos y responsabilidades, es una mina de tajo abierto de donde planean extraer dos millones de onzas de oro en un área de 46 hectáreas.
Joana gana aproximadamente 9 mil pesos al mes. Es operadora de los camiones conocidos como 9-30 y algunas de sus compañeras trabajan incluso en el área de ��voladuras��. Hay de todo, pero el sentimiento de orgullo es prácticamente el mismo. La madre de la zacatecana Cony Solís, también conductora de un camión gigantesco, gana alrededor de 10 mil pesos, mientras que la propia Cony, que trabaja en el área de administración y es profesionista, recibe mensualmente unos 14 mil pesos.
Todas coinciden en afirmar que ��no hay discriminación laboral, por lo menos en lo referente a los salarios��. Aunque la discriminación, ya se sabe, es como un dragón de mil cabezas. Las supervisoras, o quienes ostentan algún nivel de mando entre sus compañeros, deben enfrentar el semblante endurecido de los hombres, que les recuerda que cientos de años de tradición machista no se olvidan en unos pocos años.
El rostro de quienes inventaron que ��la mina no quería a las mujeres��, que las repugnaba hasta el grado de derrumbarse o negarles a ellas sus tesoros más íntimos, todavía está presente en la memoria colectiva de la tercera industria más importante de México, (después del petróleo y el turismo), una industria que constituye el cuarto ingreso para las arcas nacionales, por detrás de las remesas que llegan de la migración, de esa migración que está tan íntimamente ligada a este otro fenómeno, y que obligó a las mujeres a entrar en las entrañas de la tierra, a pesar de los siglos de rechazo.

Leonel Roberto Perea Trejo

Publicado hace 9 años

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