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Perspectiva

Por: Moisés Gómez Reyna Mucha discusión generó en la opinión pública el anuncio del Gobierno federal sobre el regreso a clases de manera presencial, no obligatoria, a partir del próximo

hace 3 años

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Por: Moisés Gómez Reyna

Mucha discusión generó en la opinión pública el anuncio del Gobierno federal sobre el regreso a clases de manera presencial, no obligatoria, a partir del próximo 30 de agosto.

Para las autoridades la medida es inminente e indispensable, a fin de evitar un mayor rezago educativo entre niños y jóvenes. Prometen un proceso responsable, ordenado y cauto, con un protocolo para evitar contagios.

Para quienes no están de acuerdo con la decisión, el regreso planteado es accidentado, poco planeado y arriesgado, ya que las escuelas no se encuentran en condiciones físicas óptimas, gran parte de la población aún sigue sin recibir el esquema completo de vacunación anticovid y por el incremento de los contagios entre niños y jóvenes a causa de la variante Delta.

A finales de julio, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) urgió a todos los países a reabrir sus escuelas, argumentando que éstas no se encuentran entre los principales centros de transmisión del virus y, en cambio, su cierre limita el derecho a la educación de 600 millones de niños.

En México, según el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), la evidencia más reciente muestra que durante la pandemia los estudiantes perdieron, en promedio, aprendizajes equivalentes a 2 años de escolaridad.

También estima que al menos 628 mil jóvenes han interrumpido sus estudios, lo que implica una caída en el porcentaje de jóvenes que asisten a la escuela por debajo de niveles de 2008, es decir, un retroceso de 12 años.

Esto no es algo menor, ya que cuando esos jóvenes se incorporen al mercado laboral, podrían quedar condenados a trabajar en empleos precarios (con bajos ingresos y sin prestaciones) por el resto de sus vidas. La realidad es que hoy ningún país tiene una “receta” perfecta para un regreso a clases libre de riesgos, pero algunos han tomado medidas que valdría la pena considerar.

Por ejemplo, en España el retorno a clases se dio desde enero, se hizo obligatorio el uso de cubrebocas para alumnos y maestros, y se aplicó una estrategia denominada grupos de convivencia estable o “burbujas” de grupo.

Estos grupos están conformados por un número reducido de alumnos y un maestro, debiendo dichos grupos evitar la interacción con otros. Así se minimizan los contactos y los menores pueden socializar y jugar.

De forma general, se exige a los estudiantes y docentes mantener una distancia interpersonal de al menos 1.5 metros al interior del centro educativo, pero en el caso de las “burbujas” de grupo no es necesario mantener una distancia de forma estricta.

En el país africano de Costa de Marfil, las clases se retomaron desde mayo bajo estrictas medidas de seguridad como el uso de mascarillas, distanciamiento social y lavado frecuente de manos.

En Estados Unidos, donde hay un gran avance en la vacunación de la población en general, algunas entidades como Miami, Nueva York y Nueva Jersey han decretado apertura total de las aulas, pero otros estados han informado que lo harán parcialmente.

En Argentina se optó por un esquema mixto, que combina clases presenciales y a distancia, mientras que en Macedonia se otorga clases de yoga a los niños para ayudarlos a soportar el impacto de la pandemia en su salud mental.

En el caso de nuestro país se está contemplando que los alumnos asistan de manera voluntaria a clases presenciales, usen cubrebocas, lleven gel antibacterial, se laven constantemente las manos, mantengan sana distancia y avisen de manera inmediata casos sospechosos de covid.

Lo más probable es que los primeros días la asistencia de estudiantes sea limitada, pero si se demuestra que las escuelas están listas para recibir alumnos y no se presentan brotes de contagios, entonces quizás más padres confíen en llevar de nuevo a sus hijos a las aulas.

Twitter: @GomezReyna

Editorial

Publicado hace 3 años

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