Un coche eléctrico necesita hasta 80 kilos de cobre en su fabricación, casi cuatro veces más que uno de combustión. El protagonismo del cobre como materia prima para generar energías limpias ha disparado su demanda. Reducir huella de carbono y consumo de agua son prioridades para esta industria minera.
La minería del cobre está en pleno auge. Al tiempo que la cotización de este metal ha ido en ascenso en los últimos años debido a una creciente demanda, el interés por su explotación también ha aumentado. El pasado mayo su precio alcanzó los 10.700 dólares por tonelada (unos 9.019 euros, al tipo de cambio actual), su máximo de todos los tiempos. Cada año se consume una media de 30 millones de toneladas de cobre metálico, pero en las próximas dos décadas, hasta el año 2040, el mundo necesitará otros 105 millones de toneladas adicionales acumulados.
Dentro de Europa, Polonia y España tienen las grandes reservas. En España, especialmente en la denominada faja pirítica ibérica, con una longitud de unos 250 kilómetros de largo desde la provincia de Sevilla hasta Portugal y entre 30 y 50 kilómetros de ancho.
En Andalucía se extrae el 90 % de los sulfuros polimetálicos del país a partir de los que se obtienen cobre, plomo o zinc, y es la primera comunidad en exportaciones.
Se trata de uno de los sectores mineros que más transformaciones han vivido en los últimos años y en la actualidad existe un interés cada vez más creciente por hacer de la extracción de este metal una actividad sostenible. De hecho, y según ha reconocido este estudio de la OCDE, la minería que se desarrolla en Andalucía es segura, sostenible y en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
La compañía minera Atalaya Mining, por ejemplo, operadora de la mina de cobre de Riotinto (Huelva), mantiene un compromiso con el futuro sostenible, incorporando las últimas innovaciones tecnológicas en el sector, así como los conceptos de seguridad y respeto ambiental propios de la minería del siglo XXI.
Pablo Núñez es geólogo de la compañía y director de investigación geológica de Cobre San Rafael, otra explotación que desarrolla un proyecto para reactivar la producción de cobre en la mina de Touro, a pocos kilómetros de Santiago de Compostela, que ya tiene una historia centenaria: “Las explotaciones de cobre son sencillas. Pueden ser a cielo abierto o en interior, aunque lo más común es que sea a cielo abierto. Las rocas que contienen el cobre se machacan en unas plantas y luego se hace flotar el cobre en unas balsas para obtener el concentrado de cobre. Eso se manda a las fundiciones, que extraen el mineral. Se usa agua, pero esa agua está en un circuito cerrado y se reutiliza”.
Autoconsumo energético
Otro de los sistemas sostenibles es la minería de transferencia. El catedrático de la Universidad de Vigo y especialista en explotación de minas Javier Taboada explica en qué consiste: “Se genera un primer hueco de explotación en el terreno, que luego se usa como vertedero de estériles. Es un método que en la minería a cielo abierto tiene grandes ventajas económicas y medioambientales porque los huecos que se rellenan se van regenerando muy rápidamente y la orografía se recupera enseguida”.
Atalaya Mining está incorporando también medidas en materia climática, como la nueva planta fotovoltaica de autoconsumo de Riotinto, que va a suministrar energía limpia a la explotación minera y su proceso de transformación. Con una potencia instalada de 50 megavatios y unas 60 hectáreas, será una de las mayores instalaciones de autoconsumo industrial de España y la primera en una mina.
El consumo eléctrico representa el 60 % de la huella de carbono de la operación minera. El consumo de agua es también un vector clave de sostenibilidad. Algunas compañías mantienen un plan de mejora continua para encontrar eficiencias en su proceso, optimizando el consumo, minimizando el volumen de agua a gestionar y reciclando el 100 % de las aguas recogidas.
Cambio de modelo energético
El cobre es una materia prima crítica para muchas industrias. Un vehículo eléctrico, por ejemplo, necesita para su fabricación entre 40 y 80 kilos de este metal, casi cuatro veces más que uno con motor de combustión interna. La demanda de cobre se disparará casi un 600 % para 2030 por el cambio de modelo energético, según un análisis de Goldman Sachs. La compañía lo llama ‘el nuevo petróleo’.
La industria de la construcción es uno de los principales consumidores de cobre, utilizado para el cableado de edificaciones, tuberías de agua y de gas, sistemas térmicos o como componente estructural. Una casa moderna requiere unos 200 kilos de cobre, prácticamente el doble de lo que se usaba hace 40 años. Un automóvil de combustión nuevo utiliza unos 20 kilos de cobre, el doble de los 10 kilos que utilizaba en la década de 1970.
El Atlas de Justicia Ambiental ha publicado un informe que documenta algunos de los impactos sociales y ambientales de la denominada minería verde (litio, cobre y grafito). Esta minería suministra materia prima para la industria de transición energética, pero ya está afectando en el plano medioambiental a algunos países como Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá, México, EE. UU. y Canadá.
No hay duda de que estas materias primas son imprescindibles en este siglo, pero si su uso es cada vez mayor es el momento de plantearse cómo hacer que el daño al medioambiente sea mínimo.
Para impulsar el cambio de modelo energético y contribuir con la transición sostenible, BBVA apoya proyectos de cambio de matriz a energías renovables, además de planes de eficiencia energética e inversiones en movilidad eléctrica.
Fuente: bbva.com
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