Por Moisés Gómez Reyna
La prestigiada revista británica, The Economist, publicó hace unos días dentro de su reporte anual, “The World Ahead 2022”, un artículo sorprendente y motivador en el que enumera las 22 innovaciones tecnológicas más relevantes para este año que comienza.
En lo personal, hay varias que llamaron mi atención, como las referidas a implantes de huesos impresos en tecnologías de 3D. Así como la construcción de bombas de calor, que logran el efecto contrario de los refrigeradores, una especie de sistema integral de calefacción para edificios en invierno, utilizando la tercera parte de la energía requerida actualmente.
Otra más, que ha sorprendido por la velocidad de su implementación, son los drones para entregas a domicilio; y la más sorprendente, la de producción de carne roja y carne de pescado artificiales, para reducir la matanza del reino animal.
Pero la innovación que motiva mi colaboración el día de hoy, es el ensamble de aviones alimentados con energía de hidrógeno verde.
Hace unos meses anunció Airbus, la compañía francesa ensambladora de aviones, con sede en Blagnac en Toulouse, el desarrollo del primer avión propulsado totalmente con hidrógeno.
Airbus, con acreditados proveedores de aeroestructuras y componentes en Sonora, ha presentado tres nuevos prototipos con cero emisiones, que podrían estar en funcionamiento a partir de 2035.
Dos de los prototipos presentados se basan en reactores y turbohélices, y el tercero, denominado “cuerpo de ala mixta”, tiene la particularidad de fusionar las alas con el cuerpo principal del aeronave.
Durante la presentación de los prototipos, Guillaume Faury, director ejecutivo de Airbus, explicó que el hidrógeno no es una fuente primaria de energía, sino un vector de energía, es decir, un producto manufacturado capaz de almacenar energía para liberarla posteriormente de forma gradual.
La aplicación y uso del hidrógeno en la aviación comercial enfrenta una serie de retos, entre ellos, las dificultades de obtención y almacenamiento como combustible. En principio, porque se requiere de hasta cuatro veces más volumen que el combustible convencional, lo que obliga a buscar espacios adicionales, en detrimento de los espacios dedicados a la carga o el pasaje.
Sin embargo, el hidrógeno es un combustible totalmente limpio que como fuente de energía primaria, es una alternativa diferente al queroseno contaminante que propulsa las actuales aeronaves.
La compañía francesa ha diseñado un prototipo, con capacidad para hasta 200 pasajeros, en el que su fuselaje permitirá múltiples opciones de almacenamiento y distribución de hidrógeno.
Esta noticia es altamente motivadora, precisamente porque hoy en México se desarrollan proyectos de hidrógeno verde, impulsados por académicos y empresarios, que representan la continuidad del sueño descarbonizador del sector energético y que se espera sean una realidad a finales de este año.
Los proyectos se encuentran en Guanajuato, produciendo hidrógeno para construir una mezcla con gas natural, para la industria agroalimentaria y automotriz. En Durango, utilizando el hidrógeno verde para producir amoniaco verde para la industria de los fertilizantes. Y en Baja California y Sonora, para almacenamiento y generación de energía eléctrica.
Es importante destacar que el hidrógeno verde se obtiene a través de un proceso de electrólisis, el cual consiste en la separación del oxígeno y el hidrógeno que se encuentran en el agua, con ayuda de energía eléctrica.
Si la energía proviene de fuentes renovables, como el sol y el viento, se convierte en un proceso que no contamina, porque únicamente genera vapor de agua.
Por esta razón, la producción de hidrógeno verde está íntimamente ligada con la capacidad de aprovechar energías renovables y, por lo tanto, también con la cantidad de energía renovable disponible.
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